El ecosistema influencer en la actualidad
Si te tocó crecer en la era dorada del Filosoraptor y Bad Luck Brian, o bien, de esas joyitas de menos de 20 megas que se pasaban de cel a cel por infrarrojo o bluetooth (cuando eso era lo más top en tecnología), seguro ya te diste cuenta de que el mundo digital cambió a una velocidad brutal. Y eso nos deja con dos opciones: o te adaptaste en modo turbo o de plano un día dijiste: “Esto ya no es lo mío”.
Pero no hay escapatoria: la vida digital se volvió omnipresente. Entre reels infinitos, videoensayos en YouTube y monólogos eternos de gente probando suerte en TikTok o cualquier red, el entretenimiento y la forma de conectar cambiaron por completo. Y no todo es malo, pero tampoco todo es bueno. En ese sube y baja, nuestra manera de estar solos, divertirnos y hablar con otros dio un giro que ni siquiera vimos venir.
Incluso lo que soñamos ser cambió: del deseo de tener una banda de garage, ser abogado con oficina propia, ahora para muchas personas es convertirse en alguien gracias a las redes sociales. Tener likes, seguidores, visibilidad. Porque en 2025, ser influencer no es solo un trabajo: es el nuevo espejo de lo que queremos, copiamos o cuestionamos… aunque muchas veces, ese reflejo venga con un filtro y varios riesgos incluidos.
Haz clic o pulsa este botón y sé feliz
Vivimos tan obsesionados con las cifras y las métricas, que a veces olvidamos mirar lo más obvio: los formatos que consumimos todos los días. Porque ahí está la clave para entender este rollo digital: plataformas como TikTok no se hicieron virales solo por su contenido, sino por lo fácil que es crear en ellas.
Gracias a la tecnología simplificada —y a esa idea de que cualquiera puede ser “creador”— hemos llegado a un punto donde todo apunta a lo mismo: hacerlo más fácil, más rápido, con menos esfuerzo. Y sí, eso suena tentador, como si solo faltara un botón que diga: presiona aquí para ser feliz, pero ese botón, aunque es muy cómodo, viene con trampa.
Las nuevas generaciones, que crecieron entre pantallas, están mostrando señales preocupantes: menos pensamiento crítico, más frustración, y menos interés por oficios esenciales como la ingeniería, la medicina o hasta la plomería, ¿quién va a hacer el trabajo difícil cuando nadie quiera hacerlo?
Mientras tanto, el mundo digital está lleno de voces que dicen mucho, pero piensan poco. Y aunque eso rara vez afecta su popularidad, sí dice mucho de hacia dónde vamos como sociedad.
¡Okay, okay, okay! ¿Pero qué es exactamente lo que está pegando?
El influencer que conecta hoy no es necesariamente el que grita más fuerte, sino el que logra que lo veas como alguien de tu cuadra, de tu escuela o de tu chat grupal. Hay una tendencia clara hacia lo que podríamos llamar “carisma cotidiano”: gente que no presume, que comparte desde la vulnerabilidad o desde el humor, y que logra que digas: “Yo podría ser esa persona”.
Entre los estilos que dominan este año está el de los influencers tipo “Hermano mayor buena onda”. Te recomiendan libros, te explican impuestos, te acompañan a cocinar o limpiar. No gritan, no juzgan, no venden humo. Luego están los de “La neta sin filtro”, que cuentan cosas personales sin miedo al cringe (otro tremendo tema): rupturas, ansiedad, terapia, cosas que antes eran tabú y hoy se comparten como quien manda un audio largo por WhatsApp. Y claro, sigue habiendo espacio para los estéticamente impecables, pero ahora lo combinan con transparencia: te muestran el antes y el después del maquillaje, la rutina real, el error del viaje.
De plataforma en plataforma
También han cambiado las plataformas. TikTok sigue siendo la cuna del desmadre creativo, pero muchos están migrando a YouTube para contar historias más largas o a Instagram para mantener comunidad. Algunos incluso están volviendo a escribir en blogs o newsletters, con la esperanza de que lo efímero no se los termine tragando, como sigue siendo, para bien y para mal, el fin de su ciclo de vida.
En México, varias de estas figuras se están vinculando con causas sociales: desde feminismos hasta derechos laborales, pasando por salud mental y acceso a la educación. Es una forma de agregar peso a su presencia, y también de resistir el algoritmo con contenido que no necesariamente se viralice, pero sí fidelice.
Una palabra clave: sintonizar
El influencer de hoy ya no busca impresionar: busca sintonizar. Te habla como quien te conoce, como quien sabe que estás harto de lo fake. Puede que mañana las reglas cambien, pero por ahora, lo que está pegando es una mezcla extraña de verdad construida, entretenimiento y cercanía. Tal vez eso diga más de nosotros, los seguidores, que de ellos, los influencers.